La Boca, 1979.
A medida que el barrio hacía más amistad con los extraterrestres, aparecían mas bigotitos que no eran del barrio. Recuerdo bien a Nestor, el era el jefe de los bigotes. Su figura se había vuelto omnipresente en cada rincón del barrio tras aquel 2 de enero. Era imposible no notar su presencia, siempre preguntando, siempre observando.
Movidos por la curiosidad infantil, con mis amigos empezamos a ponerles nombres a los bigotes, era una forma de identificarlos. Despues empezamos a seguirlos. Nuestros pasos nos llevaron hasta un viejo conventillo en la calle Suarez, un lugar que parecía guardar más historias de las que sus paredes podían contar. Y usé la palabra pared a propósito, en una de ellas leimos una frase que nos dejó sin palabras: “Que mal la estoy pasando acá”.
En el barrio se rumoreaba que los bigotes eran de la SIDE, su misión era mantener un ojo sobre todo lo que sucedía en La Boca, especialmente sobre nuestros amigos extraterrestres y aquellos que se atrevían a interactuar con ellos.
A medida que el tiempo pasaba, más y más bigotes con sus autos verdes se hacían presentes en nuestras calles, buscando conocer cada detalle de nuestra convivencia con los nuevos vecinos.
Habia uno en particular que se destacó, le decian Gamba, y no era justamente porque era un buen tipo. Era común verlo cerca de la iglesia San Juan Evangelista, tratando de influir en las opiniones de las señoras mayores que salían de misa. Con palabras cargadas de miedo y advertencia, intentaba inyectar su veneno: “¡Ojo con esta gente! ¡Y ojo con esos seres! ¡Tengan cuidado!”.
“Gamba” había ideado un plan maestro, utilizando su red de bigotes para difundir un rumor particularmente malicioso: los extraterrestres planeaban tomar la iglesia para cambiar el culto. Era una mentira descarada, pero ellos sabían que siempre habría oídos dispuestos a escuchar y corazones listos para indignarse.