20. La Boca es mundial.

La Boca, 1979.

Recuerdo muy bien cuando llegó al Barrio el gran Andy Warhol. Esa peluca rubia, esa aura de grandiosidad, estábamos frente al pionero del arte pop. Warhol vino en busca de creatividad, y el barrio le regaló mas creatividad de la que el podria soportar.

Al ver a los extraterrestres, decidió inmortalizarlos a través del medio que más amaba, la serigrafía.

“Estos seres”, pensó Warhol, “merecen ser parte de la cultura pop. Son el epítome de lo desconocido, lo que todavía tenemos que entender como humanidad.”

Pero Warhol no se detuvo ahí. siguió inspirado por el barrio, y cada nueva obra encontraba su lugar en las calles de La Boca, en una especie de galería al aire libre que fusionaba el arte de Warhol con el alma del barrio.

Los residentes empezaron a notar que las calles se habían convertido en una especie de museo viviente.

“Así es como debe ser el arte,” declaró Warhol, mirando su obra y las calles que ahora la albergaban. “Un diálogo constante entre lo local y lo universal, lo terrenal y lo divino.”

Andy Warhol en La Boca, Año 1979.

La nueva Marilyn de Andy Warhol en la Boca.

La Boca, 1979.

Armado con su inseparable Polaroid SX-70, Warhol deambulaba por las calles del barrio en busca de inspiración. Fue entonces cuando sus ojos captaron algo sorprendente: la visión de una mujer, o algo parecido a una mujer, con una piel de color celeste, casi turquesa, iridiscente y ojos que parecían contener galaxias enteras.

“¿Eres…?”, comenzó Warhol, con su español limitado, y las palabras se le quedaron atrapadas en la garganta. “Una visitante”, dijo ella, su voz como una melodía de otro mundo. “Escuché que estabas en La Boca y tenía que verte. Me llamo Zara.” Warhol levantó su Polaroid. “¿Te puedo sacar una foto?” Zara sonrió. “Me encantaría.”

Durante los días que siguieron, Warhol trabajó febrilmente en su estudio improvisado en La Boca. Usando las Polaroids que había tomado de Zara, comenzó a aplicar su técnica de serigrafía, transferencia de imágenes a telas con tintas brillantes. Y Zara no fue su única musa. El artista también se enamoró de los tonos azul y amarillo que saturaban las calles del barrio. Pronto, murales con su inconfundible estilo comenzaron a adornar las paredes de La Boca, capturando la pasión y la energía del lugar de una manera que sólo Warhol podía hacer.

Elvis.

La Boca, 1979.
El regreso de quien todos creían muerto dos años atrás sacudió las calles de La Boca. Muchos decían que todo era una conspiración de la CIA, que estaba escondido en Yukon, otros decian Kalamazoo, Varsovia, Tokio, Río de Janeiro, Marrakech, Bangkok, La Habana, Las Vegas, inclusive Alaska.
Pero apareció acá, en las calles de La Boca.
El barrio enloqueció. Las madres preparaban platos de fideos con tuco para él, mientras los jóvenes lo escuchaban cantar fascinados.
A Elvis le gustó tanto el barrio que quizo que su vestimenta sea azul y amarilla. Asi que las madres cocieron su nuevo traje. Muchos le preguntaban qué pasó esos dos años? Donde estaba? El respondia, “Me escapé a Alaska, no aguantaba mas mi vida, ni la gente que me rodeaba. Queria ver las auroras boreales, estar tranquilo, conocer a los indios, pero el frio era insoportable. En una fogata, los indios me contaron la historia de 7 dedos. Salte 7 veces y pedi con mi corazón estar en un lugar sin frio, y con buena onda. Dos noches después , temblando de frio en mi cama, una inmensa luz brillante apareció y de repente estaba en Caminito, rodeado de colores y vecinos solidarios. Por suerte apareci acá y no en Nuñez, no aguantaba mas el frio”.

El hombre del traje azul y oro se convirtió en una figura icónica del barrio. Al final, no importa cuán lejos sea el viaje, lo importante es llegar a casa.

Elvis comiendo fideos con tuco invitado por una abuela del barrio.  La Boca 1979.

Freddy comiendo fideos con tuco con Elvis en la casa de una abuela.

Freddy.

En el living de su casa en Londres, Freddie Mercury, rodeado de sus adorados gatos, se topó con un artículo en el diario que hizo que su taza de té caiga al piso. Elvis Presley, el Rey del Rock, estaba vivo en La Boca, Buenos Aires, disfrutando de los vecinos, los fideos con tuco y cantando en la cancha junto a la 12.

La banda lo miraba con asombro mientras Freddie decía, “¡Me voy a La Boca!”. Brian May intentó convencerlo de lo contrario, diciendo que tenían fechas pactadas para tocar. Mary Austin, su exnovia, insistió en que alguien debía quedarse con los gatos. Y Jim, su novio en ese momento, le suplicó que se quedara con el. Pero el brillo en los ojos de Freddie era inquebrantable: “Es Elvis. Tengo que conocerlo, cantar con él.”

Desembarcó en Buenos Aires al día siguiente. Las noticias de su llegada se habían esparcido, y La Boca ya se estaba preparando para una fiesta como nunca antes. Había gente por todos lados, y las radios ya estaban transmitiendo una maratón de Queen y Elvis.
En la casa de Doña Maria, Elvis lo esperaba con la mesa puesta y los fideos humeantes. Cuando Freddie llegó, los dos se dieron un abrazo, mientras los vecinos aplaudían y vitoreaban.
Mientras la tarde caía, Elvis y Freddie improvisaron un pequeño escenario al aire libre. Cantaron tanto clásicos de Elvis como de Queen, y el barrio entero se unió en un coro, por un momento, todo parecía mágico.

Después del concierto, ya entrada la noche, Freddie y Elvis fueron a cenar a la casa de una vecina que estaba en la lista hace tres meses. Entre risas y anécdotas, Freddie, con una sonrisa satisfecha, levantó su copa y brindó: “Por los sueños inesperados y las amistades que nacen en los lugares más insólitos, Viva Elvis, Viva La Boca y Viva Doña Zulema”.

Paul camino a la Bombonera. La Boca 1979.

John organizando las banderas. La Boca 1979.

La Boca, 1979.
Elvis también lo llamó a Paul McCartney, le habló de los fideos con tuco, de la pasión del barrio, del recital en la Calle Olavarria con Freddy, de los vecinos de acá y de allá, de las xeneixes, de la 12. Dos dias después, Paul bajaba del 86 en La Boca. Cuando se encontró con los extraterrestres dijo, “Hablar con ellos fue increíble. Me dijeron “Paul, llamá a John, hagan algo juntos de nuevo” y me dieron ganas de llamarlo. Quiero que venga a La Boca pero antes de irme. No se, siento que sería especial, nos haría bien a los dos. Pero que venga solo, sin Yoko”.
Paul lo llamó, y John vino. “Cuando lo vi a Paul lo abracé muy fuerte. Fue un momento muy lindo”, dice Lennon, y se nota en sus ojos que ese abrazo sanó antiguas heridas. Hicieron muchas cosas juntos esa semana en el Barrio, “La Boca nos regaló volvernos a encontrar, los dos sentimos que la amistad revivió en el momento que estábamos arriba de un paraavalancha cantando con la 12. Nos miramos cantando juntos y sentimos que estábamos de nuevo en The Cavern Club, en Liverpool”, declara John a la revista La Nación.
David Bowie, intrigado por los relatos de extraterrestres y la mística boquense, también viajó a la Boca. “Desde ‘Space Oddity’ no he vuelto a sentir una conexión tan fuerte con las estrellas”, confesó Bowie al salir de la Bombonera.
Alfred Hitchcock, vino en busca de una historia de terror con extraterrestres que pudiera ponerle un broche de oro a su legado. Él, con su mente aguda, esperaba encontrar historias de miedo y la desconfianza que a menudo siguen a lo desconocido. Sin embargo, lo que encontró fue historias de amistad y amor. Vio a extraterrestres y humanos compartiendo asados en las veredas, jugando al fútbol en las plazas, y pintando juntos las paredes de las casas con los colores azules y amarillos.
Pablo Picasso, no sabe como vino, dice que se despertó en Necochea y Caboto. Al preguntarle sobre los extraterrestres, Picasso sonríe misteriosamente. “Ah, sí. Los extraterrestres. Yo creo que ellos me trajeron de vuelta, no lo dicen, pero algunos me guiñan el ojo” La Bombonera no solo le brindó un escenario para conocer a los apasionados hinchas de Boca, sino también una paleta de colores vibrantes. “Nunca antes había trabajado con tanto azul y amarillo. Es como si estos colores hubiesen desbloqueado una nueva etapa en mi creatividad.”

La Boca, 1979.

Jean-Michel Basquiat, el joven artista neoyorquino, atravesaba un período de tristeza y falta de inspiración. Fue entonces cuando su amigo Andy Warhol le sugirió: “Andá a La Boca, caminá por el barrio, abrazá a los vecinos, comete unos fideos con tuco, charlá con los extraterrestres y andá a cantar a la 12. Se te van a ir todos los problemas”. Siguiendo este consejo, Basquiat llegó a La Boca. Cuando bajó del 86 que venía de Ezeiza y pisó la primer baldosa, sintió la energía vibrante del barrio. Caminó, abrazó gente y cuando se clavó unos fideos con tuco en la casa de la abuela Chola entendió todo. Un domingo, se unió a la hinchada y entró a La Bombonera por la puerta 12. “Cantar en la 12 es como pintar con el corazón,” exclamó con los ojos llenos de lágrimas. Inspirado por las personas que conoció y las historias que escuchó, Basquiat dejó su huella en el barrio con una serie de grafitis que hasta el dia de hoy se pueden ver.

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