La Boca, 1979.
La fiesta de la belleza Xeneize ocurria todos los años, y cobraba vida en la Avenida Almirante Brown, donde las banderas azules y amarillas ondeaban con orgullo.
Las mujeres de La Boca, conocidas por su belleza, caminaban por la avenida transformada en pasarela, bajo los gritos de aliento y los aplausos coro de vítores y aplausos. Los extraterrestres, unidos en la celebración, aportaban su exótica presencia, reforzando la diversidad que tanto caracterizaba a este barrio de inmigrantes.
Mía, una joven del barrio conocida por su fervor xeneize y su radiante sonrisa, fue quien cautivó al jurado y a la multitud. No era solo su belleza la que brillaba, sino la luz de su genuina alegría por la vida. Al ser anunciada como la ganadora, las ovaciones no se hicieron esperar.
La corona de azul y oro fue colocada sobre su cabeza, y Mía, con lágrimas de emoción brillando en sus ojos, tomó el micrófono. Su voz, temblorosa al principio, ganó firmeza a medida que pronunciaba sus palabras de agradecimiento:
“Vecinos, amigos, y seres de otros mundos, esta corona no es solo mía. Es un reflejo de la belleza que hay dentro nosotros, de cada historia que se entreteje en las calles de nuestro querido barrio. Hoy, al llevar esta corona, prometo seguir siendo un espejo de nuestra belleza, no solo la que se ve, sino también la que se siente y se vive día a día ¡Gracias por esta honor! ¡Viva La Boca y que viva el azul y oro que nos une!”
La noche se llenó de música y danza, con la comunidad y sus visitantes extraterrestres compartiendo risas y bailes, celebrando la belleza única que nace del corazón de La Boca. Y en ese año, 1979, el recuerdo de Mia, la reina de la belleza Xeneize, perduró como un símbolo del verdadero encanto de su gente: auténtico, inclusivo y eterno.