
24. Vinieron y fuimos felices.
La Boca, 12 de Diciembre de 1979.
Y el momoento finalmente llegó. Las estrellas se alinearon sobre La Boca y el cielo se tiñó de azul y oro. Desde el Parque Lezama, hasta el Riachuelo, desde Martin Garcia hasta Patricios, el barrio respiró una verdad, una revelación que se expandió más allá de sus confines, resonando a lo largo y ancho de todo el mundo y sus alrededores. Era un mensaje para los de Boca y para todos aquellos con corazón para escuchar: Boca no era grande por sus jugadores, efímeros como estrellas fugaces, sino por algo mucho más perdurable y firme: su gente, su barrio y su fiesta infinita.
El mensaje que se escuchó en cada corazón fue claro y vibrante: Boca es la vida misma, una vida vivida con fervor, donde cada día es un partido que se juega con pasión y cada noche es una celebración de la existencia. No se trata de victorias o derrotas, sino de la vibrante cadencia del corazón latiendo al ritmo del amor.
Boca es comunidad, un mosaico de rostros y sueños donde cada pieza es esencial, única pero inseparable del conjunto. Es un pacto no escrito que se renueva con cada amanecer, donde cada vecino, cada hincha, cada niño con una pelota sueña no solo con goles, sino también con ser parte de algo más grande que sí mismo.
Ese día de 1979, Boca enseñó al mundo que ser parte de su familia es encontrar en cada abrazo un refugio y en cada palabra de aliento una fortaleza. Es saber que, mientras el corazón lata, nadie estará solo.
Y así, bajo el resplandor de las estrellas, cada persona del mundo pudo ver y sentir lo que significa ser de Boca.
En ese día, todos entendieron que ser de Boca no es una circunstancia, sino un legado que se transmite con el alma, un fuego que no se apaga, que se pasa de generación en generación, de padres a hijos.
Y cuando la noche llegó y las estrellas se desvanecieron, el mensaje quedó grabado para siempre en la historia y en el pulso eterno de su gente: ser de Boca es una manera de caminar por la vida con la cabeza alta y el pecho inflado, orgullosos de ser parte de una historia sin fin, una canción que nunca dejará de cantarse, un amor que jamás dejará de crecer, una página de una epopeya azul y oro que, simplemente, no conoce su final.
